Puente de La Real Sociedad
San Sebastián
Debido al deterioro que presentaba el puente donostiarra conocido como «Puente de Hierro» en el meandro del Parque de Cristina Enea, el Ayuntamiento de San Sebastián convocó un concurso de proyecto para sustituirlo y diseñar un nuevo puente adecuado a las actuales necesidades, que exigían su conexión con el nuevo cinturón de circunvalación de la ciudad.
Dada la limitación de canto al tablero, necesaria para mantener el gálibo hidráulico en el Urumea, y al hecho de encontrarse el puente situado junto al puente de ferrocarril, surgió este singular diseño, compuesto por dos vigas paralelas, una de hormigón y otra de acero, denominadas «claustro» y «warren» respectivamente, con luces de 25+30+25 metros.
De esta manera, para ordenar los tráficos de salida de San Sebastián, se requerían cuatro carriles en sentido único de circulación, y así, este punto de partida comenzaba a fijar las premisas del diseño; un puente de tablero ancho, a lo que había que unir el hecho de tener que ubicarlo junto al puente de ferrocarril que introduce dicho medio de transporte en la ciudad a través de una viga de alma llena de tres vanos.
Se plantea un puente cuyas pilas se alinean con las del puente ferroviario existente, poseyendo dichas pilas una forma hidráulica, a semejanza de las piraguas que recorren la ría del Urumea, buscando de este modo una estampa agradable a la vista de los remeros.
Una vez resuelta la parte de infraestructura del puente, queda solucionar su tablero, el cual se ha concebido a modo de filtros o velos, tamizando la transparencia de la acera peatonal diseñada aguas abajo como un gran balcón al Urumea. Desde la viga claustro, aguas arriba, de hormigón, con sus rítmicas aberturas parabólicas, que separan el tráfico rodado del ferroviario encajonado en la viga de alma llena; pasando por una celosía Warren de acero, la cual delimita el tráfico rodado, protegiendo a los usuarios del bidegorri, quienes circulan entre dicha viga Warren y los peatones; hasta el mencionado mirador por el que pasean los viandantes.
Los velos quedan aún más destacados, además de por su esquema estructural y materiales, por el color empleado en los mismos. Así, la viga Warren, pintada en color naranja con una tonalidad semejante a la de los ladrillos de los edificios y fábrica de Koipe circundantes, logra mimetizarse con el entorno, creando ese primer velo, en realidad segundo si se tiene en cuenta la barandilla de vidrio de la acera; y contrastando con el color pétreo del hormigón de la viga claustro, el cual da profundidad al espacio existente entre ambas vigas.
Se ha logrado de esta manera, en nuestra opinión, una armoniosa convivencia de los cuatro tipos posibles de tráfico terrestre en una misma sección transversal, en la cual, la generosa acera-balcón de madera se convierte en el elemento de unión entre las dos márgenes del Urumea, haciendo que el puente sea un instrumento no sólo para pasar, sino también para estar.